No hay amor más grande y puro
que el que una madre nos da,
ni besos con más ternura,
ni abrazos más de verdad.
Ella siempre a nuestro lado
sus consejos nos dará,
y un hombro en el que apoyarnos
cuando algo nos salga mal.
Si el corazón está herido
por una u otra razón,
ella trata de sanarlo
con cariño y comprensión.
Llora con nuestro pesar,
y su risa es de alborozo,
cuando sabe que tenemos
el alma llena de gozo.
En ella no piensa nunca
lo importante son sus hijos,
y con los brazos abiertos
a todos dará cobijo.
Grande ante la adversidad,
siempre fuerte y adelante,
que no sepan los demás
lo que siente en cada instante.
Sus temores y sus miedos
quedarán bien escondidos,
en un rincón de su alma
hasta que llegue el olvido.
Porque su misión aquí
desde que la llaman madre,
es vivir para sus hijos
y eso, no lo cambia nadie.
Paulina Simoes López
que el que una madre nos da,
ni besos con más ternura,
ni abrazos más de verdad.
Ella siempre a nuestro lado
sus consejos nos dará,
y un hombro en el que apoyarnos
cuando algo nos salga mal.
Si el corazón está herido
por una u otra razón,
ella trata de sanarlo
con cariño y comprensión.
Llora con nuestro pesar,
y su risa es de alborozo,
cuando sabe que tenemos
el alma llena de gozo.
En ella no piensa nunca
lo importante son sus hijos,
y con los brazos abiertos
a todos dará cobijo.
Grande ante la adversidad,
siempre fuerte y adelante,
que no sepan los demás
lo que siente en cada instante.
Sus temores y sus miedos
quedarán bien escondidos,
en un rincón de su alma
hasta que llegue el olvido.
Porque su misión aquí
desde que la llaman madre,
es vivir para sus hijos
y eso, no lo cambia nadie.
Paulina Simoes López
No hay comentarios:
Publicar un comentario